martes, 1 de mayo de 2007

MANUEL AGUILAR DE LA TORRE




TRECE FUGAS Y UN SUEÑO
A CAUSA DE ELSA AGUIRRE









…sólo un cándido sueño que recorre
las estaciones todas de su ruta
tan amorosamente
que no elude seguirla a sus infiernos...

José Gorostiza




Copiado en computadora por Jesús Pérez Uruñuela, de un texto manuscrito del poeta Manuel Aguilar de la Torre, y difundida en este medio con autorización de la Coordinación Técnica de Coediciones del Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa de fecha 10 de junio de 2005 para publicarse con fines estrictamente de difusión y promoción, sin interés comercial.
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1
Solo y esta voz de piedra,
de escarcha,
de ceniza;
ésta que se resbala en la memoria,
que raspa, que enardece y cansa;
esta voz que se funde con el tiempo,
que está tensa en los cuerpos y en la sombra,
ésta de del crímenes,
del amor,
del sueño;
la que pinta de colores los pájaros
y adhiere moho a los cantiles viejos,
la que se sabe dueña de los mundos
y al mismo tiempo, tan huérfana,
tan pálida,
como la anciana casta que se quedó esperando los milagros;
esta voz que me habla y que habla,
que está hablando en el espacio y en los huesos,
la que en el blando útero se esconde
para nacer de nuevo
y se encarama en la montañas de los planetas de humo;
esta cuerda de violín tocada por un arco infinito,
la que ostenta blasones de sangre,
de metal,
la que se viene haciendo desde siempre,
la que estará hasta siempre en el silencio...








Se ha enroscado en el nervio
y ha dejado sus huellas en papeles contritos...

En el signo, impotencia
de decir lo que tiene sumergido en el tuétano...

alfabeto de sombras,
laberinto en el yermo de los cuerpos vacíos...




















2

Y aquí empieza la ruina del afónico tacto,
de la historia de un sueño deslucido
una historia remota inescribida
pero firme en el polvo y en el aire.

un diluvio de gradas invisibles,
un bajel de cristales desleídos,
un enfermo entusiasmo por la magra
presencia de los dioses calumniados

y una gana de ser –en la memoria-
la perdurable huella de los pasos,
la estatua incorruptible de la forma,

equilibrio perpetuo en la palabra
y atadura al eclipse de los glifos
en el hueco del tiempo inhabitado.










3
La calle era de agua.
Los edificios (islotes,
riscos
símbolos,
letras de un alfabeto acuático) se perseguían hasta sumergirse en un horizonte blanco.
Y allí, la amiga sin rostro
y un ferrocarril parecido a un lagarto.
Preguntamos por aves y por telegramas,
pero había un mar y unos cuartos transparentes y otro mar impetuoso en donde las ascuas flotaban.
Y el temor -como el vidrioso,
quimérico, por la turquesa de la araña-
porque la careta, la máscara, resbalaba y sonreía
con una mueca descalabrada.
Y luego, un tiro, una casaca roja y más tiros y soldados y muchachas.
Eran, después, las tres de la mañana
y había una leve luz
y nos acordamos
de una niña pálida
bajo el toldo de estrellas
en un orbe de signos y de seres
estremecidos con sus dolores y sus palabras.

Y fuimos, otra vez, los niños de Uruapan:
Fiebre.








un centro de plata
una montaña
y un sueño sostenido
como una nota alta.





















El sueño...

Una muchacha va por el agua:
balsa a la deriva coronada de azaleas.
Las voces de los lirios
anuncian la madrugada
y el río mece a las orugas
en su cuna de arcilla.
El rostro de la joven emerge del espejo
y los árboles frescos mastican la mañana.
El silbido del agua
-afilado y oblicuo-
atraviesa los poros:
alfileres de hielo
carantoñas celestes
enamoran al cuerpo
y el resplandor del aire
sueña como campana.
Una muchacha es una barca solitaria,
una chinampa rumorosa y sonámbula.
A la vera, los hombres
son cocodrilos verdes imantados de azufres
y ojos escarlata.
Llueven los floripondios
sus néctares melosos
que beben los jilgueros
en los pistilos largos
de las máscaras lánguidas.



Ella va por el agua
en la maraña de espuma
quilla de barco
sin la violencia magenta de las aspas.
A la vera, los hombres,
son verdinegros perros de caza
-la pelambre eléctrica
erizada de ansias-
Abanica el aire
las plumas de la fronda
-minutero inconsútil...
esposo de las horas...
y las brisas redondas
festejan la camándula.
La muchacha va por las ondas
virginal estatua
moisés femenino rubio de rocío
sostenido por el milagroso
tejido de las algas.
A la vera los hombres
son viejos dinosaurios
montículos de escamas
con ojos de semáforos
que atisban a la niña que flota:
balsa a la deriva
coronada de azaleas.



4
(...nuestro padre no ha muerto,
tampoco la tía casta
y ya nacieron los hijos de los hijos de la más pequeña de
las enanas
y somos enlaces, cópulas de sueños que tomamos como pretexto
la sangre,
la carne,
la ley de la gravedad
y la subsistencia.
Hace poco, en las pirámides,
éramos sólo causa
y ahora, un rehilete de murmullos que se despierta de
madrugada para hervir café
y después beberlo en una taza...
Nuestro idioma –singulares delfines que se aman
y se matan-
sólo es ficción de este mundo soñado en cuya agua
velocípedo de interminables venas
calientes y saladas-
navega nuestra nao de apariencias...)
Al encender el estudio
brotó el paisaje concreto: un retrato,
el helecho–el que fui
y sigo siendo a pesar de mis manos,
mi máquina de escribir
y mi garganta-


la silla
la alfombra roja,
la tuerta caja
y la luz tiritando en los cristales
de las ventanas.
¡Ah! ¡Leche inmensa que enlaza
estas vidas y muertes simuladas
al antojo de sentirse real
y no ser
más que un despierto vegetal
en la noche redonda de las galaxias:
No hay azoro final,
no asombra el estómago,
no asombra el drama.
Es esencial el dolor y la caricia para palpar el blanco continente
de las lágrimas
y para sentir
-cuando tibio el cuerpo entre las muelles sábanas-
este sabor de bocas y salivas
y este ancestral bullir de carne
en los vientres de madres milenarias.
¡Qué tibio lecho de leches y mortajas:
Soñolienta la noche canta: el cuerpo de los grillos
de los ratones viejos
de las viscosas larvas.
En espiral los astros adelgazan sus hilos de distancia.
en las ociosas cuevas los cuerpos,
casi almas.




Y otra vez la cama,
el sueño
y los edificios jeroglíficos de la calle de agua.





























5

La cocodrila siente deseo de aprisionar en su seno al hijo de piel
lerda, filosos colmillos y elegante cola dinosauria

y se abandona al amor en el sabroso pantano bajo la luz de las
lunas entre el chisporroteo de las cigarras





y la mujer -pan melifuo, redonda fruta nacarada- escruta el himen
en la fragante alcoba solitaria.













6

El sueño se hizo de aluminio:
rectangular y absurdo,
brillante y lumínico.
Apareció en la mitad de la mujer
desnudo.

Probó a cortar reflejos
y salpicó los ojos
con pequeños astros mudos.
Vino de un horizonte no inventado

-de uno que permanece virgen
y que limpio de imágenes
asombra-

A un lado
-con susto-
la virtud;

al otro lado
una vasta planicie
llena de pecado...

Un alud de luz,
insolente,
se revolcó en la tela
y se tejió a sí mismo
en lo pintado.




El humo se disuelve con pereza
en el cuenco del aire
y el cristal que pende
al centro de la luz
es frágil.

Un rostro se avecina
-tras brechas infinitas
con ojos inmensamente transparentes-
sin carne
y
en la quietud baila
esbozada
de una línea,
la imagen.

Mares de polvo atravesó
y cansada,
llegó intacta
de la nada
a la nada.








7

...sobre la hoguera
el forajido:
el pestilente andar, el cabalgar constante
en el impío pétalo de fuego...
...pesado, impetuoso, el sexo grita:
se consume en su propio deseo
y prueba a hincharse de miel...
sobre su faz y sobre el rostro de la ciénega
la soledad recompone la ruina
y, solemne,
construye el falo de su orgullo,
su esbeltez,
su bien lograda forma
-ideal
de todo espejismo
de todo lo expresado
en aridez-
(Imaginó ser lo que quiso haber sido,
pero se quedó en mirto chueco,
en flor descontrolada, en horribles pétalos
y en circuncisiones petulantes)
Atrás estaba el mundo de las hechuras perfectas
y ¿enfrente? -en el futuro
y en un casi presente corroído-
la apetencia
la inmensa sed sin manantial.

sin tan siquiera el goteo de la lágrima
sin el orín
sin el sudor tembloroso de la mano.
¿...por qué venir a ser...?

Despedazado desde su raíz
pero firme para el zarpazo
para el desfogue
para la bellaquería a nivel muslo, ingle, pubis;
para la belleza del agrio coqueteo
y para el abrazo
que forja otro ser, otra medusa, otro hilván,
otro alacrán sobre la cuna de un nuevo pensamiento...
...implanta su forma
y su halo
-de la semilla para arriba,
del fruto para abajo-
sumergido en el fango...

Huidizo por viscoso,
soñoliento por cansado... (¡cuánta verdad perdida!
¡cuánto olvidado en misterio, roca y viento!)
...se disfraza de anzuelo
y clava el aguijón en el ovario ciego.
Saber -perfecto enigma-
y ser -fracción, guiñapo desprendido,
harapo arrebatado a la jiba del mundo-
brujo solitario
mago sin sotana, erizado de gérmenes violentos.





La comunión debió ser con el espacio y el tiempo a través de la luz,
pero se quedó tieso
en la frívola demencia de la forma,
en el umbroso río de la savia
en la gruta, donde el barro,
esconde la arquitectura acuosa de la sangre.

Y allí, incomulgado,
Insolvente,
Trivial,
Flaco,
medroso, patinó el salitre de los templos.
empujó las ojivas
y se postró ante el dios de los infiernos.












8

Este viento cargado de cadáveres
juega a no estar violento;
a detenerse, a ratos, sobre la corola,
taimado, acechoso,
para esperar la muerte que arruga el cáliz.
Está como un gato enorme de ojos transparentes
sobre el mundo y los árboles.
A veces, mueve su árido cuerpo
de desierto flotante
y aúlla con los perros de lino y con los perros de estopa
y parece viajar,
pero el tránsito es de piedra,
no avanza o repta,
no es nómada; sólo atasco, fondeo,
estación varada en el nitruro.
No va como las hojas:
No hay pendientes, laderas, ribazos, vargas
que trasladen su cuerpo,
no llanuras o rampas
que extiendan su paisaje;
es sólo infundio albo,
turbulento cristal baldío.
Juega a no estar despierto,
a no tener siesta
a ser como mar invisible
-lascivo imaginero de arenas
insondables-

más en su afán no hay cadencia
-ésta sólo es del tiempo-
y él no la consigue
pues hecho está de una sola nota que cuelga como prisma
vernáculo.
Su impúdica blancura es manjar para la daga de la luz
que gusta de la sangre traslúcida
y es él –a veces- espejo de estrella
cuando de pronto, a un agua,
le da por bullanguera aprisionar del fósforo el fantasma.
No va, no viene, sólo está
con esa soledad sinónima de otras más amplias soledades,
esas que no están hechas,
sino que son presencias inmutables
de inmutables imágenes
las que –sin orígenes- ni fines-
permiten el martirio de pensarlas perpetuas.
No hay guadaña o cuchillo de filo tan potente
que pueda cortar en pedazos al viento
para hacerlo de ayer, de hoy o de mañana,
porque así de intacto está,
desnudo desde siempre
con su diáfana piel y su incolora entraña.
Juega por no enfadarse en hastíos pesarosos
a pesar de saberse condenado al fastidio,
de cargar con la muerte
-residual, anacrónica-
que de bazofia saca los pétalos, los rostros.



Así, a veces tiembla,
pero sólo es embuste.
como la farsa que enseña que las cosas
tienen principio y fin,
escritas por humoristas duendes que imaginan relojes,
calendarios, épocas.
No hay fecha para el viento:
los ídolos se cuidan de guardarla:
es secreto celestial de airosa presencia
murado por tablas de piedra arañadas por escribana bestia.
Ebrio de atmósfera y patraña
soñó con el olimpo –éste de cruces y puñales-
y aprendió la chanza entre el lodo y los árboles.
Viento sólo de sí y saturado de muerte,
broma filantrópica,
abnegado baldón a tanta savia.














9

...el insomnio se cuelga
como frágil enhebro...
los misales aúllan
en el templo...
ruidos lejanos
llegan del estruendo
a la mitad del ánimo
y del tedio...
(musitamos, apenas,
con fastidio,
la gana de destripar el cielo
y luego nos ahogamos
en charcos de palabras
repetidas con sueño...
si queremos dormir
-mezquina muerte-
nos estrujan los ecos
y nos repiten como sombras
en lo neutro...)
Volvamos desde atrás:
-el cielo es tiempo...
el infinito tiempo detenido
y nosotros
tiempo en movimiento...-





Aquí,
entre el bártulo y el fuego,

aquí,
entre el azul y el cieno;

aquí,
en el beodo rapto del hambre,
volvemos...






















10

Dormir...
con la úlcera y el viento
y el alma
hecha un largo collar
alrededor del cuerpo
(la píldora marrullera
y el vaso de cristal,
sin agua,
enfrente, quieto...

oscilante tramoya:
luz que se opaca a sí misma,
dolor
y un lejano canto de hormigas
como cuchicheo...)












11

Me levanto...y me detengo...
¿a dónde voy...?
¿a dónde van los que al pensar
piensan
en este feo, detestable tiempo...?

-en por qué de los astros que se guiñan
y el por qué de lo niños...?-

Me acuesto...
¿Qué hacemos en las camas
o en el suelo...?

¿Explicar el dolor,
el amor?
la ira
el sueño...?

Andamos sobre andamio con soportes anémicos
con rostros aparentes
y minutos eternos...








12

Adelante es vacío...
es promesa, tan sólo...

A veces,
pienso,
que sólo es el momento
-éste-
cuando pulso el tiempo...
(el infinito
-apariencia remota-
se torna beatitud
cuando brota el deseo)
Llegamos...
¿de dónde...?
¿de este espacio detenido
sujeto a sí mismo
en lo eterno...?

Y vamos...
al mismo espacio...

Hay algo que cintila
-¿el pensamiento?-

y algo que permite
el estallido de la semilla húmeda
en el suelo...



Extraño,
fornido,
intenso,
indefinido,
esto,
se hace de color
y de luz
y de sombra
cuando nacemos...

Luego...
no sé...
quedaremos tal vez en el oscuro denso
para que sea otro quien se piense...
















13


Brotar:
ser pétalo o insecto
o juicio frágil
por la carne envuelto...

Llegar:
¿es acaso, invento...?
¿alguien
que juega a la estulticia
y al talento...?

¿ensayo...?

Quizá en esta gran probeta
estemos...

1 comentario:

antonioes dijo...

necesito por favor el poema de "Dolor por la muerte de un negro" sé que el autor es Manuel Aguilar de la Torre.